jueves, 9 de febrero de 2012

capitulo 11

Cerré con la pierna la puerta principal y me dirigí al salón. Me impacté al ver preparada la mesa, con la tele encendida y con cinco platos sobre la mesa. Vi aparecer de golpe a mi hermano por la puerta, con unas cuantas botellas de cerveza en las manos y dejándolas sobre la mesa de nuevo. Tardó en darse cuenta de que estaba allí, y cuando lo hizo dio un saltito hacía atrás.



-Vaya Cady… me olvidaba de que venías a cenar. –Dijo poniendo cara de horror.

-Tienes razón, como siempre ceno en casa y vivo aquí. –Me crucé de brazos. -¿A quien se supone que has invitado a cenar?

-Pues a unos amigos del fútbol. –Rodé los ojos. –Y veremos esta noche un partido.

-¿Y yo que? ¿Dónde ceno?

-Pues.. si quieres te puedo sacar otro plato más. –Alcé las cejas incrédula. Estaba amable y responsable, cuando diariamente venía siendo todo lo contrario.

-¿Y esa generosidad?



Me miró con ojos de cordero degollado. El labio inferior comenzó a temblarle y se acercó muy rápido a mí, cogiéndome de ambas manos y apegando su cara a la mía.



-Deja que se queden esta noche, por favor Cady.

-¿A dormir? –Solté un gritito de horror. -¿Cómo? ¡Ni en broma! Sé que os vais a emborrachar y a saber lo que haréis.

-¡No! Te juro que no nos emborracharemos. –Se arrodilló a mis pies. Esta vez si que me asusté por su salud. Este no era Jack. –Por favor Cady, eres mi hermana, y comparto esta casa contigo…¡Tienes que dejarme! ¡Te lo suplico!

-Está bien, está bien… pero haz el favor de levantarte. –Así hizo y me dio un fuerte abrazo. El timbre de la puerta principal sonó por toda la casa y me quedé observándole. –Mejor me subo arriba. No os quiero molestar.

-¿Pero que vas a cenar?

-Ya me cojo algo de la nevera, no te preocupe. –Suspiré y me dirigí hacía la cocina.



Oí los bramidos de sus amigos, que seguramente en el idioma masculino sería algún tipo de saludo. Abrí la nevera y me quedé observando la pobre nevera. Apenas había tentempiés, o por lo menos no dignos para cenar. Suspiré de nuevo y cogí una pequeña botellita de agua y unas rosquilletas. Cerré con la cintura la nevera y me dirigí a mi habitación. Subí rápidamente, para no ser vista y me encerré en mi habitación. Coloqué la comida sobre la cama y me tiré encima de ella. Me acosté y me quedé mirando el techo. La pequeña luz de la lámpara que estaba sobre la mesita era lo único que iluminaba aquel cuarto, y una fresca brisa entraba por la ventana y llegaba a mí, poniéndome la piel de gallina.



Abrí el paquete y pegué un mordisco a la primera rosquilla. La verdad es que aquel entorno que me rodeaba había hecho que me entrara sueño. Dejé la rosquilleta apenas comida sobre la bolsa de nuevo y mantuve callada, pensando en nada. Mi mente tan solo se había concentrado en intentar saber que decían todos aquellos compañeros que habían en el piso inferior. Suspiré e intenté conciliar el sueño.







Salté de la cama y me caí de culo al suelo. Un fuerte golpe en el piso de abajo había echo retumbar toda mi habitación. Me puse la mano sobre el pecho y recuperé el aliento. Me levanté y caminé hacía la puerta, donde me asomé para ver que pasaba. Todo estaba oscuro y solo se podía oír el débil volumen de la televisión y algunos fuertes ronquidos. Estuve apunto de volver a meterme de nuevo en la habitación, hasta que alguien me llamó.



-¿Perdona? –Me giré asustada para buscar la voz. Me impresioné al ver de quien se trataba. Daniel Jones se encontraba sobre la barandilla de las escaleras. Parecía borracho. -¿Sabes donde está el baaaño?

-Sí… -Salí de mi cuarto. –Sigue todo recto y lo encontrarás.

-Está bien… -Se dio media vuelta, pero antes de caminar se volvió a girar hacía mí. –Me he perdiido…

-Bien… -Suspiré y encendí la luz. Caminé hasta el final del pasillo con Danny a mi lado. -¿Ves? Este es el baño.

-Aaaaah vale gracias. –Estuvo apunto de caerse al suelo. –Oyee… ¿Tú no eres la chica de la camiseta mojada de hoooy?

-Me temo que sí. –Dije algo ofendida por como me había reconocido. –Bueno Danny, me voy a dormir. Me has despertado.

-¡Buala! –Me asustó. -¡Sabes como me llamo! –Levanté una ceja. –A sí… tú eras Cady. Vale vale ya me acuerdo. –Rió como un tonto.

-Ya… -Suspiré. –Me parece que hoy estás un poquitín borracho. Ya hablamos mañana, ¿vale? –Me giré para volver a mi cuarto, pero este empujó suavemente hacía la pared dejándome sin salida. -¿Qué haces?

-Venga vaa, se cuando alguien me deseea con la mirada. –Acercó su rostro al mío, pero giré mi cabeza a tiempo. -¿Con que quieres jugar, eh?

-No Danny. –Le empujé por el pecho. –Estate quieto y deja de hacer el imbécil. Vete abajo y duérmete y no hagas cosas de las que mañana te puedas arrepentir.

-¿Arrepentir de hacer esto? –Rió pícaramente. –No creo Cady…

-Pues yo si que me arrepentiría. –Volví rápida a mi puerta. -Buenas noches. –Y cerré la puerta a mis espaldas.



Me apoyé sobre ella y me dejé caer al suelo. Escondí mi cabeza sobre mis rodillas y pensé en lo que había pasado segundos atrás. Luego de estar un rato haciéndolo, eché a reír como una tonta. Había tenido gracia. Aquel chico parecía desconocer el significado de la palabra vergüenza. Aquel mismo día le había conocido y ya la había cagado más de una vez, pero aún así, me caía bien.



Volví a la cama y me volví a dejar caer. No tardé en volver a dormirme.

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