jueves, 9 de febrero de 2012

capitulo 25


-¿Melanie? –Dijo Danny en voz alta. Ella se volvió a asomar. -¿Qué haces aquí?
-Oí la música y me dejé llevar. –Se acercó a nosotros. Las mariposas que habían resurgido intentaron salirse por mi boca para matarla. –Ha sido hermosa la canción. –Y sin molestarse en mirarme, se acopló entre Danny y yo.
-Gracias… Se la estaba enseñando a Cady.
-¿Así? –Por fin me miró. Nuestras miradas de rabia eran iguales. -¿Y que hacía ella aquí?
-Me encontré a Danny. –Le dije yo levantando una ceja.
-Que casualidad. –Ella imitó mi faceta y volvió a mirar a Danny, sonriendo. –Me encanta como escribes tus canciones. Lo haces con sentimiento.
-Las canciones si no se escriben con sentimiento, no valen la pena.
-Eso es hermoso. –Miré enfrente, levantando las cejas.

En aquel momento yo no existía. Melanie había roto mi momento con Danny, aquel momento hermoso, y había estropeado todo. Me levanté de mi sitio, un poco angustiada de estar allí, pero no, no iba a dejar a Melanie y Danny solos. Pero la llamada de la naturaleza me llamaba, y yo tenía que acudir.

-¿Dónde vas? –Preguntó Danny. Yo sonreí al ver que se molestaba en saberlo. Era idiota.
-Vengo en un momento, necesito hacer mis cosas. –Levanté las cejas, obviamente. Ellos asintieron.

Salí de allí no muy convencida de si debía dejarles solos. Me ponía realmente celosa Melanie. Les eché un vistazo a espaldas antes de perderles de vista… no iba a pasar nada bueno para mí.



Ambos vieron como la pelirroja se alejaba hacía la oscuridad. Melanie se acercó un poco más al guitarrista, disimuladamente.

-Me encanta tu voz. –Dijo ella con tono coqueto. El lo notó y levantó una ceja. –Quiero decir, cantas estupendamente. –Y se volvió atrás, avergonzada por como había actuado.
-¿Qué ibas a hacer? –Preguntó el sonriéndola, dejando la guitarra al otro lado.
-¿Yo? Nada, no iba a hacer nada. –Se puso nervioso. El sonrió pícaramente.
-Si que ibas a hacer algo. –Melanie puso cara de asustada. –Mel, puedes decírmelo, no pasa nada.

La castaña resopló. Se frotó la cara unos momentos, cogiendo confianza en ella misma, y cargó sus pulmones de aire preparada para confesarse.

-Creo que me gustas Danny, no lo sé, todo es muy extraño. –Miró al castaño, quien la escuchaba atentamente. –Tienes algo que me vuelve loca, no se el qué, pero lo tienes. Se que esto para ti no es nada, pero para mi es un mundo decirte lo que siento. No le he contado esto a ninguna, ni a una, porque quería ver si se me pasaba.
-¿Por qué?
-Porque tú eres demasiado hombre para mí. –El rió. –Oh, mírate. Eres cantante de un grupo de pop-rock, atraes a las más guapas de Londres, consigues todo lo que quieres. A cambio yo, soy una frikie que colecciona gnomos de jardín, no madura nunca, y lo estropea todo. ¡No se ni para que te digo nada! Ahora te reirás de mí, o simplemente te quedarás callado sin saber que decir mientras yo muero de vergüenza por dentro, porque no tenía que haberte dicho nada, no se ni para que abro la boca si yo… -Y antes de que dijera nada más, el pecoso se acercó a ella, haciéndola callar con un beso.

El castaño la cogió suavemente por el cuello, mientras se acercaba poco a poco a ella, intensificando el beso. Ella, sin saber que hacer, cerró los ojos y se dejó llevar. Un cosquilleo en los pies hizo se sintiera en las nubes, y su cabeza se despegara de su cuerpo. Creía que soñaba.

Pero el karma apareció, y un estornudo no muy lejos de allí hizo que el guitarrista se apartara rápidamente de ella y se levantara. Una Cady con cara de zombie apareció de entre los árboles. Se quedó parada en el sitio, al ver que Danny se había levantado de golpe. Arrugó el ceño.

-¿Pasa algo? ¿Molesto?
-¡Qué va! –El pecoso recogió su guitarra. –Te estábamos esperando para irnos ya a dormir. –Miró a la castaña, quien miraba confusa al castaño. –Creo que yo me voy ya… -Comenzó a caminar deprisa hacía su tienda. –Buenas noches. –Y echó a correr como un loco.


-¿A que venía esa actitud? –Pregunté yo mirando como mi amiga se levantaba.
-Se habrá asustado de la cara que traes.
-Creo que me ha picado algo por el camino, y no paro de estornudar. –Me crucé de brazos, mosqueada. Esta ya se iba sin preocuparse por mí. -¿A que viene esa actitud conmigo, Mel?
-¿Qué actitud? –Me miró un poco más suave. –Es verdad, lo siento. –Me sonrió. –No se lo que me ha pasado, pero perdón. –Vino hacía mí y me cogió por el brazo. -¿Volvémos?

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