-¡No me mandes callar! –Chilló en susurro ella.
-No hace falta que la insultes. –Dijo Harry empezando a enojarse.
-¿Algún problema si la insulto? –Preguntó ella con chulería.
-No empieces a montart…
-¡Chicos, dejad de discutir! –Les pedí. –Estamos aquí para criticar a la Barbie , no a nosotros mismos, ¿de acuerdo?
-Tiene razón. –Me apoyó Doug. -¿Qué os ocurre últimamente?
-Pregúntale a él. –Izzy se cruzó de brazos.
-¿A mi? ¡Querrás decir a ti, que no paras de ponerte celosa por nada!
-¿Celosa? ¡Por Dios, Harry! No me pongo celosa, tengo razón. ¡Prestas más atención a esa amiguita tuya nueva que conociste el otro día que a mí!
-¿A Daisy? –Pregunté yo.
-¡Sí, esa! ¿No os habéis fijado?
-Izzy, solamente es una amiga de Harry, no es como tu. Tú eres su novia.
-Pero parece que ella no lo capta. –Susurró Harry.
Izzy aumentó su cara de rabiosa. Abrió la boca para hablar, pero antes de que pudiera decir nada, Danny y su novia se sentaron en la mesa, con la comida ya servida. Todos callamos.
Empezamos a coger nuestra ración de pollo y a servirnos. Había un incómodo silencio en la sala, pero nadie se atrevía a romperlo. Crucé miradas con Georgia, y una vez más empecé a criticar su físico en mi mente. Luego, las crucé con Danny, quien rodó los ojos para recordarme el silencio que había. Yo le sonreí, sin saber mucho porque.
-Bueno, Geo, cuéntanos algo de ti. –Pidió Dougie.
-¿De mi? Que decir… fui Miss Inglaterra, y trabajo ahora como modelo…
-¿Miss Inglaterra? –Dijo Harry, sonriendo sorprendido. Izzy le mando una mirada de rabia, pero él la ignoro. -¡Normal que tengas ese cuerpo y ese físico!
-Se acabó. –Dijo Izzy con tono de cansada, tirando la servilleta a la mesa y levantándose de su silla. –Me voy.
La rubia tiró el mantel a la mesa, y levantándose de su silla, salió de allí, pasando por el sepulcral silencio. Segundos después de que Izzy desapareciera de la sala, se oyó el portazo de la salida, y todos nos miramos entre sí. Especialmente, las miradas iban dirigidas hacía Harry, quien se mantenía cabizbajo observando su plato y jugando con sus cubiertos. Sin levantar la mirada, nos dijo.
-¿Podéis dejar de mirarme?
-Harry… -Dije yo con voz quebrada, no muy convencida de que decirle. -¿Te encuentras bien?
-¿Cómo te encontrarías tú, Cady? –Me contestó, levantando por fin la cabeza. Tenía los ojos humedecidos, y sin poder evitarlo, me llenó de tristeza.
Me dejó sin palabras, sin saber que decir. Me quedé observándole a los ojos, quienes estaban conectando. Como me faltaban palabras, cerré la boca y me levanté de mi sitio. Me agaché a su lado y le abracé por la cintura. Oía como Harry suspiraba una y otra vez, mientras sus ojos seguían llenándose de lágrimas retenidas.
-Últimamente está así todo el día. No hacemos nada más que discutir, y se enoja por todo. Desde que conocí a Daisy, dice que le presto más atención a ella. –Se frotó la cara con ambas manos, escondiendo su rostro. –No se que hacer.
-¿Quieres que pruebe a hablar con ella? –Le intenté animar, pero el negó con la cabeza.
-Alice ya habló con ella hace unos días, y de poco a servido, como ya ves. –Se enderezó. –Está vez es cosa suya; cuando se le pase esa actitud, volverá a ser como antes. Supongo que es cuestión de días, ¿no?
El batería me miró, buscando el sí en mi cara. Yo asentí, ya que pensaba igual que él. Yo también había tenido actitudes de esas raras, en la que todo parece más pesimista de lo que es. Miré a Dougie, quien compartía mi misma cara de tristeza. Luego, eché un vistazo a la pareja. Georgia miraba con una ceja levantada a Harry, sin parecer importarle mucho el tema, mientras que Danny miraba sin saber que decir.
…
Tom Fletcher
Las risas entre Alice y yo fueron cesando poco a poco. Había aceptado la invitación de Alice de comer juntos, ya que me era incómodo acudir a casa del pecoso sin pareja. Le había invitado a una comida vegetariana en mi casa, y después de comer, salimos un rato al jardín. Nos había sentado al borde de la piscina vacia. Terminé de reír, y, viendo a Alice, sonreí. Era más hermosa de lo que creía.
-¿Sabes? –Yo la miré, pidiendo que siguiera hablando. –Me encanta tu hoyuelo.
-Oh no, a todos les encanta. –Dije yo ruborizándome y sonriendo. Aparté la vista de ella y la fijé en el fondo de la piscina.
-También tu sonrisa. –Aportó ella, y yo no pude evitar ver la suya.
-La tengo horrible; tu sonrisa si que es preciosa.
Ella sonrió, escondiendo su sonrisa y haciendo que sus pómulos rojizos le taparan un poco los ojos verdes que tenía. Me quedé embobado, perplejo, sin saber muy bien porque. Aquella sensación que desde hacía algunos meses no sentía, había vuelto a resurgir. El mismo cosquilleo que me provocaba Giovanna antes, me lo había despertado aquel momento Alice. Miré sus labios automáticamente; mi cuerpo me pedía, sin pensar, que me acercara y la besara, pero otra parte de mi, no se muy bien cuala, me frenaba, obligándome a no tener el suficiente valor para hacerlo, seguramente, por miedo al rechazo.
Pude ver que sus ojos imitaron mi acción, y de nuevo un cosquilleo dentro de mi volvió a removerme todo el estómago. Mi valor para acercarme y besarla aumentó, pero seguía sin atreverme. A lo largo de mi vida, me había dejado llevar y me habían rechazado. Debido a esto, ya no tenía seguridad sobre mi mismo. No supe muy bien que hacer, solamente callaba esperando que ella diera algún que otro paso.
-Tom… ¿Puede confesarte una cosa? –Dijo casi en un susurro.
-Claro que sí. –Susurré yo, con voz entrecortada debido al nerviosismo que llevaba encima. Notaba con cada segundo la tenía más cerca de mi.
Su labio inferior comenzó a temblarle, y, adoptando un color rojizo, susurró como si no fuera a oírlo.
-Te quiero.
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