-Todos los hermanos son igual. –Carcajeó. -¿Te apetece ponerte a mi lado para ver el partido?
-Desde luego. –Le mandé una sonrisa. –Pero una amiga mía me ha acompañado…
-No pasa nada. Guardaré un sitio más. –Miró hacía delante. –Ese es el estadio, ¿verdad?
-Ese es.
Caminamos varios momentos sin decir nada, con un incomodísimo silencio que nos rondaba. Antes de llegar a las puertas del estadio, unas pocas ganas de quedarme media hora sentada en el mismo lugar bajo el abrasador fuego del sol se apoderaron de mí. Paré apunto de llegar a las puertas, haciendo que Alice, mi nueva amiga, se detuviera junto a mí.
-¿Qué te pasa?
-Me apetece seguir dando vueltas por aquí… pero es que… -Le miré suplicante. –Hay que coger el sitio y tal.
-Si quieres yo te lo aguardo mientras. –Me dirigió una sonrisa.
-¿Enserio no te molesta?
-En absoluto. Además, tengo compañía con la que entretenerme. –Me regaló una sonrisa. –Paséate tranquilamente y tómate tu tiempo. Yo guardaré sitio.
Asentí y le di las gracias. Me di media vuelta y seguí caminando. Por mucho calor que hacía, me sentía cómoda pasear por allí. Comencé a sonreír a todos aquellos que pasaban por mi lado. Seguramente les parecía algo estúpida, pero me encontraba de humor. Caminé hasta uno de los bancos que tenía sombra y me tiré en el. La frente me sudaba y mi cuerpo no podía estar más caliente.
Busqué alguna fuente que pudiera estar cerca y que tuviera algún camino a la sombra. Sabía que si el sol me volvía a tocar me haría gelatina.
Gimoteé al no encontrar ninguna a mi vista y zarandeé mi cabeza a ambos lados para intentar refrescarme un poco más. Me tiré el cabello hacía atrás y me quedé mirando hacía delante, viendo como la gente comenzaba a entrar al estadio. Una botella de agua bajó del cielo y se puso enfrente de mis ojos, haciendo que me pusiera bizca y me echara hacía atrás debido al susto.
-¿Quieres beber? –Preguntó una voz a mi espalda, haciendo que pasara de la tentadora botella y me girara.
Recordé aquel pelo rubio y ojos azules al momento. Hacía dos días atrás los había visto junto a Melanie en la heladería. Sonreí al ver a Dougie y el me devolvió la sonrisa, haciendo aparecer una perfecta hilera de dientes y que sus pequeños ojos se encogieran.
-¿Puedo hacerlo? –Pregunté alzando las cejas y el asintió con la cabeza. –Gracias, de verdad…
Arranqué ferozmente la botella y la abrí a la fuerza. Bebí hasta que me llené, habiéndome bebido toda el agua que contenía.
-Gracias de nuevo… -Le dije devolviéndome la botella vacía.
-No hace falta. –Dejó de apoyarse en el banco y se sentó a mi lado. Una repentina vergüenza me cubrió. –Que coincidencia. ¿Qué haces aquí?
-He venido a ver jugar a mi hermano. –Dije ya cansada de repetirle a todo el mundo eso. -¿Y tú, a quien has venido ver jugar?
-A un amigo mío. A mi, personalmente… no me gusta mucho el futbol. –Arrugó la nariz, lo que me hizo reír.
-No te creas que a mí me entusiasme, todo lo contrario… solo que insistió en que viniera a verle jugar hoy. –Me dedicó una pequeña sonrisa y se formo un repentino silencio incómodo. –He venido con Melanie… no se si la recuerdas.
-La del chicle, ¿verdad? –Preguntó el con una carcajada y yo asentí. -¿Y dónde está?
-Se ha quedado en un bar del polideportivo, ya que ha conocido a un chico y le apetecía quedarse. Yo, se supone que he ido a reservar asiento.
-Pues como no lo reserves te tendrás que quedar de pie. –Se levantó del banco y se puso de pie mirándome. -¿Podré sentarme contigo?
-No creo que tengas sitio. –Frunció el ceño confundido. –Quiero decir, una amiga mía me estaba reservando asiento a mí y a Mel y no creo que haya alguno otro.
-No pasa nada. –Me prestó una mano para ayudarme a levantarme. La acepté. –Creo que antes de aguardar sitio tendré que mear.
Asentí y me puse a caminar junto a el hasta que llegamos a las puertas del estadio. Parecía un chico bastante amable, aparte de que era muy mono. Me despedí de Dougie y subí las escaleras. Intenté divisar a Alice, pero a la única persona que pude diferenciar es a Melanie, quien estaba de pie un poco más lejos de mí.
Me acerqué a ella por su espalda. Le tapé los ojos con ambas manos, pero antes de poder decir nada, recibí un codazo de parte suya en mis costillas haciendo que me inclinara debido al dolor.
-¿Por qué has hecho eso? –Le pregunté cuando se dio media vuelta para verme.
-Lo siento Cady, creía que era un desconocido. –Dijo aguantando la risa.
-Que risa, ¿no? –Me puse recta de una vez. –He conocido a una chica, nos vamos a sentar a su lado, ¿vale?
-A eso he venido a hablarte. –Se mordió el labio inferior. –En el bar me he encontrado con Harry, el chico de la heladería. ¿Te acuerdas de el? Me a invitado a irme a sentarme con el y he accedido.
-¿Harry? –Pregunté confusa. –Pues yo he estado hablando con Doug.
-¿El que se comió mi helado de chicle? –Asentí. –Vaya… pues habrán venido juntos, ¿no crees?
-Supongo. Tal vez podríamos sentarnos los cuatro juntos con Alice, ¿no crees?
-¡No! –Gritó ella. –Yo quiero sentarme asolas con Harry. Es muy guapo y me ha invitado a mí. –Me crucé de brazos indecisa. –Ya sé. Tú te sientas con Doug y yo con Harry. Ninguna de las dos nos hemos visto, ¿vale?
-Está bien... –Dije mientras se lanzaba a mí y me abrazaba. –Pero cuando acabe el partido quiero verte a mi lado, ¿de acuerdo?
-¡Sí señor! –Dicho esto se dio media vuelta y echó a caminar. Suspiré y me volví hacía las escaleras por donde había entrado.
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