En las películas que solía ver junto a mis padres aquellas tardes aburridas cuando me sobraba tiempo, la protagonista que vivía la historia de amor solía ir corriendo hacía la puerta, abrirla y encontrarse enfrente a su príncipe azul.
O también, cuando acostumbraba a quedarme hasta las tantas de la madrugada con Melanie viendo películas de terror, la chica abría la puerta y amarecía una niña con bata blanca, o la chica del pozo.
Aquello fue suficiente para perdiera más valor de ir e abrir. ¿Y si ocurría lo de las películas?
-¿Cady, estás despierta? –Oí como susurraba, seguramente inseguro de llamar. Sonreí sin evitarlo, y fue hasta la puerta para abrirla lentamente.
Pude encontrarme su precioso rostro, sus ojos azules que tanto ansiaba volver a ver y sus pecas adornándole la cara. Una vez más, mi cuerpo se tensó y comencé a crearme mis propias dudas. Era incapaz de romper el incómodo silencio, así que decidí esperar a que él lo hiciera.
-¿Has oído lo que cantaba? –Su sonrisa pícara apareció, pero yo solo pude reír en silencio.
-Sí, lo he oído. –Eché un vistazo al final del pasillo. -¿Ya habéis regresado?
-Tom me dijo que habías llamado, de modo que supusimos que era hora de regresar. Las fiestas españolas son agotadoras.
-Algún día las viviré. –Me auto convencí yo misma. –Y bueno. ¿Te pasabas solamente por aquí? –Intenté que sonara amable.
-No. –Rió. –Se que es un poco tarde, pero ahora no creo que nada nos moleste para hablar. –Tragué nerviosamente saliva, y gracias a mi mala suerte, resonó por todo nuestro entorno el sonido. -¿Puedo pasar?
-Claro. –Le di paso, y cerré la puerta tras él. Esperó a que hablara, pero no lo hice, de modo que prosiguió.
-Cady, ya sabes lo que siento por ti. –Dio un paso hacía mi, pero se paró, inseguro. –Jamás antes había dedicado una canción a otra chica, y no se porque, esta vez lo he hecho. –Sonrió con su angelical sonrisa. –Supongo que me he enamorado. –Volvió a mirarme, y noté la pregunta en sus ojos. –Solo quiero asegurarme de que si tu también sientes lo mismo hacía mi.
Abrí la boca, esperanzada de que se me ocurriera algo y lograra decir, pero fue en vano. No lograba que ninguna palabra saliera de mi garganta, y todo aquello por el nerviosismo. Al parecer, él lo notó, y lo único que hizo fue cogerme una mano.
Yo me quedé allí, anonadada, observado nuestras manos entrelazadas. Era precioso.
Volví a subir la vista hasta él, y le encontré. Sabía que todo aquello dependía de mi, de mi valentía, así que por un segundo decidí desprenderme de mi mente y hacer caso a mis instintos e impulsos.
Di un largo paso hacía delante, y como si mis brazos renunciaran a mis pensamientos, rodeé al guitarrista por el cuello. Me acerqué todo lo que pude a él, y estirando mi cuello y cuerpo, logré llegar hasta sus labios.
Seguido esto, nos fundimos en un beso, un beso que había sido yo la valiente que lo había provocado.
Pronto se intensificó, pues Danny me rodeó por la cintura suavemente, y en lo que hubiera sido un abrir y cerrar de ojos, nuestras lenguas ya se habían juntado.
Poco a poco fue disminuyendo la potencia, hasta que nos quedamos ambos juntando nuestras frentes tan solo. Me sonrió con una amplia sonrisa, y yo sin evitarlo, también lo hice. Mi estómago en aquel momento no tenía palabras para describirse, pero fue extraño que lograra ignorar tantas cosquillas dentro de el.
-Te quiero. –Me susurró Dan tranquilamente, y yo aún sin creerme lo que oía, decidí arriesgarme en lo que creía un sueño.
-Yo también. –Y nos volvimos a sumergir en otro apasionado beso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario