Ignoré a las chicas durante todo el camino, pues mi mente aún estaba apartada del mundo, pensando en lo ocurrido y en lo que podría pasar. Sin duda la idea de hablar sobre el tema con Danny me inquietaba, y hasta conseguía poner mi piel de gallina. Aunque me podía hacer una idea clave de lo que me iba a decir, tenía miedo, pues yo era así. Estaba ignorando a la canción que me había dedicado, y mi mente solamente podía reflejar la palabra rechazo. Sí, yo era así de tonta.
Subí lentamente a mi habitación, despidiéndome de mis amigas y recorriendo los largos y claros pasillos del hotel, con paredes altas y suaves, blancas sin ninguna suciedad, que coordinaban con las puertas de roble.
Busqué mi llave en el bolsillo, y suspiré aliviada al ver que no las había perdido.
Me encerré en mi habitación mientras me dejaba caer en la blanda cama, y cerré los ojos intentando poder concentrarme en mis problemas.. bueno, si se podía llamar problemas.
No tardé en caer en un profundo sueño.
Me desperté algo agitada, respirando fuerte, pues algo había soñado que me había inquietado. Intenté recordarlo, pero por desgracia, no pude. Un miedo me recorrió cada parte de mi cuerpo, y mi mirada se posó automáticamente en el reloj. Las doce y media.
Los chicos ya habrían llegado hacía rato. Suspiré melancólica, intentado volver a dormirme, pero al cabo de unos minutos me reincorporé, comprendiendo que en aquel momento, aquello era imposible.
Me levanté y salí de mi habitación. Sabía que iba a molestar, pero necesitaba su apoyo, necesitaba sus sabios consejos, y que su hoyuelo me alegrara un poco en aquel momento.
Crucé varias esquinas, hasta que llegué a su puerta número 59. Di dos golpes secos en ella, esperando que abriera, pero nadie lo hizo.
Apegué mi oído a la madera de la puerta, intentando oír algún sonido dentro de el, pero un silencio sepulcral reinaba dentro. Resoplé, sin saber donde se hallaba Tom. Era ya tarde, y debían de haber vuelto, a no ser de que, como solían hacer muchas ocasiones, hubieran celebrado el concierto.
Saqué mi móvil, y marqué su número, el cual me sabía de memoria. Tardó un par de segundos hasta que me lo cogió, y enseguida reconocí la música. Sí, había acertado.
-¿Cady? ¿Estás bien, ha ocurrido algo? –Preguntó intentado sobrepasar la música con su voz.
-No, no, tranquilo. –Me sonreí a mi misma, agradecida por su preocupación. –Es que había venido a tu habitación, y al ver que no abrías, pues… -Fruncí el ceño, sin saber como seguir. –me preocupé.
-Oh. –Noté su risa. –No, estamos aún en la calle. Nos paramos al ver una fiesta en la calle, y bueno, aquí estamos aún. –Carcajeó, mientras yo solo sonreí. -¿Seguro que era yo a quien buscabas?
-Pues claro. –Aseguré, frunciendo el ceño por su duda. –¿Tardaréis mucho en volver?
-No creo. Dentro de unos minutos me encargaré de sacar a la fiesta a estos. –Asentí, aunque sabía que él no podía verme. -¿Quieres que vayamos ya?
-No, descuida. –Carcajeé esta vez yo, solo que lo hice forzadamente. –Nos vemos mañana, Tom. Buenas noches.
Y colgué.
Me quedé en un vacío, en un abismo de duda. Sabía que Danny adoraba las fiestas, las idolatraba, y que en ellas se descontrolaba. Caminé de regreso ha mi habitación, intentando salir de la duda, pero solamente conseguí sumergirme más.
Me senté en el borde de la cama, y encendí el televisor, intentando encontrar algo interesante. Pero había un problema; estaba en España, y la programación era en Español. Suspiré frustada, y solamente queriendo que el tiempo pasara hasta que cogiera aire, presté atención a la pantalla.
Supuse que las horas pasaron deprisa, o por lo menos los minutos, porque justamente cuando roté mi cabeza de nuevo al reloj, oí como una grave y ronca voz que venía del pasillo cantaba.
-I Could be in California, I wanna tell ya when I call ya, I could’ve fallen in love, I wish I’d fallen in love.
Era Danny, sin lugar a dudas.
Mi respiración se agitó, y presté atención para seguir su voz con mi oído, y tal como esperaba y en el fondo deseaba, se paró enfrente de mi puerta.
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