Salí lo más rápida que pude del teatro, dejando atrás la música que lograba cruzar las paredes. Empecé a caminar por las frías calles de Paris, escondiéndome entre la gran multitud de gente que caminaba por la acera. Las luces Navideñas que decoraban las amplias calles hacía que me causaran molestia en mis ojos, pues estaban en aquel momento débiles e irritados por las lágrimas. Estaba cabizbaja, llorando sin saber porque, solamente queriendo alejarme del real mundo y entrar en mi cabeza, para mirar detalladamente mis pensamientos e intentar pensar.
Al cabo de unos largos minutos caminando, intentado pensar pero fue en vano, me paré, y caminé hasta el bordillo de la acera. Estiré mi mano, y enseñando mi dedo pulgar a la carretera, intenté llamar a un taxi. Tardó varios minutos en que alguno parara, y cuando por fin lo hizo alguno me subí rápida al coche, intentando secarme mis lágrimas derramadas sobre mis mejillas para que no se notaran. Cuando miré al conductor, me sorprendí al ver que era el mismo chico de raza negra de antes, y este al ver que no hablaba, se giró para verme. Él también se impresionó, pues abrió exageradamente sus ojos y me miró extrañado, casi como si fuera una broma.
-¿Ya está aquí de nuevo? –Frunció el ceño. –Me parece que aun no ha terminado el concierto.
-Oh, ya, pero debo regresar al hotel. –Sonreír forzadamente. -¿Puede dirigirse al…?
Me mantuvo durante todo el trayecto callada, mirando a mis zapatos de tacón plateados mientras mis ojos no paraban de derramar lágrimas. Todo estaba siendo difícil; la cosa no era como en las películas. Resultaba difícil tomar una decisión. Había empezado mi proyecto de olvidar a Danny hacía unas cuantas semanas, y cuando mejor lo llevaba, va y me pasaba esto. Era increíble.
El tiempo que estuve en el taxi me pasó casi volando, ya que pareció que segundos después de que hubiera subido al coche, ya había llegado de nuevo al hotel. Saqué mi billetera para pagarle al taxista, pero este me plantó su mano parándome.
-Déjalo, ya me cobras este viaje con las sobras del otro billete.
Le sonreí amablemente, y despidiéndome de él, bajé del auto. Me dirigí lenta hacía las puertas del hotel, pensando en lo que estaría haciendo Danny en aquel momento. No había forma de desprendérmelo de la cabeza, ni siquiera de apartármelo durante una milésima de segundo, no.
Cuando hube subido a mi habitación número 164, situada a la derecha de un largo pasillo, mi móvil comenzó a sonar dentro de mi bolsillo. Hizo que me sobresaltara y diera un brinco en el sitio, y con las manos temblorosas por el frío, saqué el celular. Miré a la pantalla, y mi cara adoptó una faceta de horror, haciendo que esta vez temblara de nerviosismo y un poco de miedo. El nombre de Danny resurgía en el y una foto de él aparecía encima de su nombre. Me quedé paralizada, sin saber sin colgar o responder, pues si respondía, no saldría ninguna palabra de dentro de mi. Debido al largo tiempo que intenté pensar, el móvil dejó de sonar, haciendo que tuviera una llamada perdida suya. Suspiré, tranquilizada, pero no duró mucho aquel silencio que se había formado después de su llamada, pues mi móvil volvió a sonar; me volvía a llamar.
Cerré nerviosa los ojos, y bloqueado el móvil, me lo inserté de nuevo en el bolsillo. Cogí la llave de mi cuarto, y entré rápida. Tiré el móvil encima de la cama, y volviendo a echarme a llorar, me dejé caer sobre ella. Era una completa cobarde.
…
Volví a despertar sobre el húmedo colchón por la melodía de llamada de mi móvil. Miré el reloj; había pasado casi una hora desde que había llegado. Miré la pantalla, esperando ver reflejado su nombre de nuevo, pero esta vez no su imagen la que resaltaba, si no la de Harry. Me impresioné, y sin planteármelo le cogí el teléfono.
-¿Diga? –Dije algo somnolienta.
-¡Por fin cogiste el teléfono! –Gritó Harry,, con gracia. -¿Por qué te has ido del concierto? Necesito que vengas.
-Tu ya sabes porque. –Suspiré. -¿Ir para qué?
-Tienes que hablar con Danny.
-Lo sé, pero esta noche no estoy preparada.
-Cady, Dan se ha deprimido bastante cuando se ha enterado que te habías ido.
-Lo siento. –Susurré, mientras volvían a humedecerse mis ojos.
-Pídele disculpas a él. –Fui a hablar, pero me interrumpió. –Por favor, baja al vestíbulos. Estamos entrando al hotel.
Me quedé helada simplemente imaginándome la situación. Miré la puerta, sin sentirme capaz de salir.
-¿Bajar? ¿Es necesario?
-Por favor… -Me pidió con voz lastimera. –Te esperamos aquí. –Y dicho esto, colgó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario