-¿¡Estás de broma, Doug!? –Gritó aterrado Tom, con voz de ñiña, mientras observaba la atracción en la que se quería montar el bajista junto a el. –¡Ni en broma me subo ahí!
-¡Tom! –Gimoteó el rubio. -¡No quiero subirme solo!
-Pues ve a buscar a Danny, seguro que el querrá subirse contigo, porque yo no me subo ni muerto. –Dijo el otro rubio, dueño del hoyuelo observando un terror la atracción que tenía delante.
Dougie refunfuñó, pero no dijo nada más. Dio media vuelta, empezando a buscar al pecoso. Tom suspiró, y apartó la vista de allí. Caminó un poco alrededor, sin rumbo, solamente matando el tiempo, pero pronto se arrepintió de haberse movido de allí.
Diferenció a lo lejos, una cabellera castaña con rulos, muy conocida para el. Era Giovanna, pero no estaba sola. Aquel chico con el que se había golpeado semanas atrás, estaba con ella, cogiéndola de la mano. El rubio puso cara de asco, y como si su pecho se cayera por un acantilado, apartó la vista de allí y la posó en unos pequeños niños que compraban algodón de azúcar. Mala idea también. Durante el tiempo en el que había estado con Gio, ellos dos habían hablado alguna vez de niños. Cerró los ojos, evitando que se le cristalizaran. La había echado muchísimo de menos, y cuando por fin lo estaba superando, pasaba aquello.
-Tom… ¿Estás bien? –Le susurró una voz a su lado. El abrió los ojos, y pudo encontrarse a Alice, quien parecía preocupada por el.
-Oh, sí. –Dijo el intentado sonreír, pero la alegría no llegaba a aquella sonrisa. –Solamente estaba pensando.
-No estabas pensando. –Dijo Alice. El la miró, interrogándola. –Yo también he visto a Giovanna.
-Oh. –Volvió a decir el con voz apagada, borrando esta vez la falsa sonrisa, y sustituyéndola esta vez por una triste. Se puso cabizbajo, evitando que ella le mirara.
-Tom… -Dijo ella en voz alta. El la miró. –Desde que terminaste con ella… ¿has hablado con alguien de cómo te sientes?
-No, la verdad es que no. –Alice frunció el ceño. –No quiero marear a la gente con mis problemas, además, supongo que ya se me pasará.
-No, no creas que ya se te pasará. –Soltó ella con voz firme, mientras le cogía de la mano. –Cuando estás mal, es bueno hablarlo con los amigos, y yo soy tu amiga. –Le estiró de ella, haciendo que caminara hasta el banco más cercano.
-No, enserio Alice, no quiero molestarte.
-¿Soy tu amiga? –Preguntó ella, sentándose y dejando a Tom de pie, pero aún sin soltarle de la muñeca.
-Sí.
-Pues para eso estamos los amigos. –Le dio un estirón, haciendo que cayera sentado en el banco. Carcajeó antes de decir nada. –Desahógate Thomas, desahógate.
El guitarrista suspiró, y, sonriendo empezó a desahogarse, diciendo todo lo que sentía hasta quedarse sin palabras.
…
-¿Dónde se han metido todos? –Pregunté al bajista, a quien estaba cogido de su mano. No había nadie por allí, salvo Melanie, quien parecía estar en su mundo, clavando los ojos en las luces resplandecientes de la feria.
-Me parece que cada uno ha cogido su camino. –Dijo él rodeándome por la cintura. -¿No te apetece subir a ninguna atracción?
-No. –Dije yo, sonriendo de lado. –Estoy bien así, gracias. –Miré a Melanie, quien esta vez me miraba seria. -¿Qué te ocurre, Mel?
-¿A mi? Nada. –Mentía. La conocía demasiado bien; todos sus tonos de voz, todas sus miradas, todos sus gestos… todo.
-¿Puedo hablar un momento contigo? –Le pregunté yo a mi amiga, mientras me separaba de Dougie y la cogía a ella por el brazo. Melanie asintió.
Me la llevé un poco alejado de los demás, y eché un vistazo a Dougie. Nos miraba con una ceja levantada, confundido, pero le eché una mirada pidiéndole que dejara de mirar. Pude ver como suspiraba y colocaba sus manos en los bolsillos delanteros, mientras se giraba a observar el resto de la feria. Me volví hacía mi amiga, quien esta miraba al suelo.
-Cuenta.
-¿Qué te cuente el que?
-Que te ocurre.
-Otra vez, no me ocurre nada, Cady. –Comprendí que evitaba cruzar su mirada con la mía. La cogí por la barbilla y alcé su cabeza, haciendo que de una vez por todas, me observara. -¿Qué?
-Melanie, por favor, cuéntame lo que te pasa.
-No te puedo contar nada, Cady. –Se mordió el labio inferior. –No me entenderías.
-Somos amigas desde la infancia, ¿Cómo no te voy a entender? Hemos pasado muchas cosas juntas. –Le abracé. –Por favor, Melanie, confía.
-Está bien… -Sonreí. -¡Pero solo si prometes no enfadarte! –Dijo todavía seria, y se le notaba su nerviosismo.
-Te lo prometo.
La castaña cogió aire, y, volviendo a quitar la vista de mi y cerrando los ojos, dijo.
-Tiene que ver sobre ti… -Lo dejó en suspense, he hizo que me pusiera nerviosa. -…y Dougie.
Mi cara cambió. Arrugué el ceño y agudicé mi oído, preparada para escuchar.
-Cuenta.
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