Cer
ré la puerta del frigorífico cuando el timbre de la casa sonó. Me asomé al recibidor y me encontré a Melanie delante mía, quien se había molestado en levantarse. Caminamos juntas hasta la puerta, y, supongo que con miedo a que fuera Santa Claus, abrimos la puerta.
Un sonriente Danny Jones y Dougie Poynter mojados por la lluvia estaban delante nuestra, cada uno con un sobre en la mano. Sonreí al verlos.
-¡Dan! ¡Doug! –Gritó Melanie contenta. –Ya hacía que no os veíamos.
-Y que lo digas. –Dijo Doug entrando a la casa seguido por Danny. –Hemos venido a traeros una cosilla.
-¿El qué? –Pregunté emocionándome.
-Pues, ya que la semana que viene iremos al camping, y vosotras también iréis…
-Bueno, aún no lo tenemos claro… -Le interrumpí.
-Da igual, iréis. –Siguió él feliz. –Y bueno, como es la semana que viene, a finales de esta semana daremos un concierto.
-¿Enserio? –Dijo Melanie no del todo convencida.
-Enserio. –Repitió Doug levantando el sobre. –Uno para cada una. –Y nos lo entregó.
Yo le arrebaté el sobre a Doug mientras Melanie se lo quitaba a Danny, y, al mismo tiempo, abrimos a lo bruto el papel y sacamos una tira de hoja de allí. Yo me la quedé entre las manos mientras observaba la de Mel, que era completamente igual. Ella la levantó poco a poco, con unos ojos que se le sobresalían y con cara de incrédula.
-¿Estos sois vosotros? –Preguntó ella señalando la fotografía de los cuatro chicos que habían. Sin duda eran ellos.
-¿No dijimos que éramos Mcfly? –Recordó Danny con una sonrisa pícara. –Ahí tienes la prueba. ¿Os gusta?
-¡Es increíble! –Dije yo adelantándome a Melanie. –Quiero decir, ¡un concierto! Me encantan, sean de quienes sean, y aunque no conozca ninguna canción vuestra es algo… ¡emocionante!
-Y que lo digas. –Confirmó el rubio. –Además, nuestros conciertos siempre son… especiales. –Miró a Danny travieso. –De seguro que os divertiréis.
-¿Y Alice no va? –Preguntó de repente Mel.
-Sí, Harry ha ido a darle su sobre.
-¿Y donde está Tom?
-No lo sé, Melanie, no controlo su vida. –Dijo el bajista con burla. Suspiró y miró a su entorno. -¿Y aquí vive…?
-Cady. –Contesté yo.
-¿Puedo cotillear? –Abrí la boca para contestar, pero no me dio tiempo. El rubio, junto al castaño, comenzaron a caminar hacía las salas.
-Estaros quietos, no me gusta que me inspeccionen la casa. –Dije parándolos de los pechos. -¿Qué tal si salimos un rato?
-Claro, hace un tiempo estupendo. –Susurró Danny mirando por la ventana y riendo.
-Para algo inventaron los paraguas.
…
-¿No podrían habernos llevado a algún lugar donde hubiera menos barro, tal vez? –Pregunté mirándome las zapatillas mojadas y ensuciadas de barro húmedo. Era asqueroso.
-No, no podríamos. –Dijo Doug arrodillándose al suelo y cogiendo un puñado de barro. –Así es más ¡divertido! –Cogió impulso y me tiró toda la porquería a la cara. Una vez más la risa de Danny se sobresalió.
-¡Douglas! –Grité enfurecida. -¿¡Eres imbécil!?
-Si, creo que sí. –Y nada más dijo esto, su cara se llenó de barro. Danny le había tirado esta vez a el.
Pronto una lucha de barro mojado se inició entre los cuatro. No habían equipos, éramos todos contra todos.
Diez minutos después de risas, enfados rápidos y barro, mucho barro, un trueno hizo que paráramos. Los cuatro nos quedamos parados en el sitio, completamente marrones y mojados. Los paraguas ahora estaba en el suelo, también sucios.
-Creo que va siendo hora de ir a casa. –Dijo Danny mirándonos a los tres. Todos asentimos.
-Os acompañamos a casa. –Dijo el rubio recogiendo su paraguas. –Si quieres yo te acompaño a ti, Cady.
-Está bien. Yo te llevo a ti, Melanie.
Ambas asentimos. Cada pareja caminó por su calle, despidiéndonos mientras Dougie y yo nos dirigíamos a mi manzana. Llevábamos los paraguas cerrados, así se nos podría quitar un poco de barro por el camino.
-¿Te lo as pasado bien hoy? –Me preguntó él sonriéndome.
-Bastante, la verdad. –Dije riendo. –Ha sido asqueroso, pero ha estado bien.
-Ya dijiste que nos acostumbraríamos a vosotras, y vosotras a nosotros.
-Sí, pero, sinceramente… -Dije recordando aquel día. –Creo que a Frankie no le apetece acostumbrarse.
-Ella es así, piensa mal, al igual que Pixie, pero se acabarán acostumbrando.
-Pixie parece más amable.
-Ella es peor. –Frunció el ceño. –Me cae bien, pero es algo malvada. Quiere a Danny para ella sola, y el no se da cuenta.
-¿Y por qué no se lo dices a el?
-No hace caso, además, solo se enfadaría. Pero ya se enterará. –Me miró con cara de bobo. –Pixie es superficial.
-¿Y Frankie no?
-Un poco también, pero no sé, tiene algo. –Rió el solo.
Llegamos a mi casa. El camino se había hecho corto, y había dejado de diluviar un poco. Me despedí de Dougie mientras entraba a casa. Subí hasta arriba y entré al baño. Me esperaba una buena ducha después de aquella pelea de barro.
ré la puerta del frigorífico cuando el timbre de la casa sonó. Me asomé al recibidor y me encontré a Melanie delante mía, quien se había molestado en levantarse. Caminamos juntas hasta la puerta, y, supongo que con miedo a que fuera Santa Claus, abrimos la puerta.
Un sonriente Danny Jones y Dougie Poynter mojados por la lluvia estaban delante nuestra, cada uno con un sobre en la mano. Sonreí al verlos.
-¡Dan! ¡Doug! –Gritó Melanie contenta. –Ya hacía que no os veíamos.
-Y que lo digas. –Dijo Doug entrando a la casa seguido por Danny. –Hemos venido a traeros una cosilla.
-¿El qué? –Pregunté emocionándome.
-Pues, ya que la semana que viene iremos al camping, y vosotras también iréis…
-Bueno, aún no lo tenemos claro… -Le interrumpí.
-Da igual, iréis. –Siguió él feliz. –Y bueno, como es la semana que viene, a finales de esta semana daremos un concierto.
-¿Enserio? –Dijo Melanie no del todo convencida.
-Enserio. –Repitió Doug levantando el sobre. –Uno para cada una. –Y nos lo entregó.
Yo le arrebaté el sobre a Doug mientras Melanie se lo quitaba a Danny, y, al mismo tiempo, abrimos a lo bruto el papel y sacamos una tira de hoja de allí. Yo me la quedé entre las manos mientras observaba la de Mel, que era completamente igual. Ella la levantó poco a poco, con unos ojos que se le sobresalían y con cara de incrédula.
-¿Estos sois vosotros? –Preguntó ella señalando la fotografía de los cuatro chicos que habían. Sin duda eran ellos.
-¿No dijimos que éramos Mcfly? –Recordó Danny con una sonrisa pícara. –Ahí tienes la prueba. ¿Os gusta?
-¡Es increíble! –Dije yo adelantándome a Melanie. –Quiero decir, ¡un concierto! Me encantan, sean de quienes sean, y aunque no conozca ninguna canción vuestra es algo… ¡emocionante!
-Y que lo digas. –Confirmó el rubio. –Además, nuestros conciertos siempre son… especiales. –Miró a Danny travieso. –De seguro que os divertiréis.
-¿Y Alice no va? –Preguntó de repente Mel.
-Sí, Harry ha ido a darle su sobre.
-¿Y donde está Tom?
-No lo sé, Melanie, no controlo su vida. –Dijo el bajista con burla. Suspiró y miró a su entorno. -¿Y aquí vive…?
-Cady. –Contesté yo.
-¿Puedo cotillear? –Abrí la boca para contestar, pero no me dio tiempo. El rubio, junto al castaño, comenzaron a caminar hacía las salas.
-Estaros quietos, no me gusta que me inspeccionen la casa. –Dije parándolos de los pechos. -¿Qué tal si salimos un rato?
-Claro, hace un tiempo estupendo. –Susurró Danny mirando por la ventana y riendo.
-Para algo inventaron los paraguas.
…
-¿No podrían habernos llevado a algún lugar donde hubiera menos barro, tal vez? –Pregunté mirándome las zapatillas mojadas y ensuciadas de barro húmedo. Era asqueroso.
-No, no podríamos. –Dijo Doug arrodillándose al suelo y cogiendo un puñado de barro. –Así es más ¡divertido! –Cogió impulso y me tiró toda la porquería a la cara. Una vez más la risa de Danny se sobresalió.
-¡Douglas! –Grité enfurecida. -¿¡Eres imbécil!?
-Si, creo que sí. –Y nada más dijo esto, su cara se llenó de barro. Danny le había tirado esta vez a el.
Pronto una lucha de barro mojado se inició entre los cuatro. No habían equipos, éramos todos contra todos.
Diez minutos después de risas, enfados rápidos y barro, mucho barro, un trueno hizo que paráramos. Los cuatro nos quedamos parados en el sitio, completamente marrones y mojados. Los paraguas ahora estaba en el suelo, también sucios.
-Creo que va siendo hora de ir a casa. –Dijo Danny mirándonos a los tres. Todos asentimos.
-Os acompañamos a casa. –Dijo el rubio recogiendo su paraguas. –Si quieres yo te acompaño a ti, Cady.
-Está bien. Yo te llevo a ti, Melanie.
Ambas asentimos. Cada pareja caminó por su calle, despidiéndonos mientras Dougie y yo nos dirigíamos a mi manzana. Llevábamos los paraguas cerrados, así se nos podría quitar un poco de barro por el camino.
-¿Te lo as pasado bien hoy? –Me preguntó él sonriéndome.
-Bastante, la verdad. –Dije riendo. –Ha sido asqueroso, pero ha estado bien.
-Ya dijiste que nos acostumbraríamos a vosotras, y vosotras a nosotros.
-Sí, pero, sinceramente… -Dije recordando aquel día. –Creo que a Frankie no le apetece acostumbrarse.
-Ella es así, piensa mal, al igual que Pixie, pero se acabarán acostumbrando.
-Pixie parece más amable.
-Ella es peor. –Frunció el ceño. –Me cae bien, pero es algo malvada. Quiere a Danny para ella sola, y el no se da cuenta.
-¿Y por qué no se lo dices a el?
-No hace caso, además, solo se enfadaría. Pero ya se enterará. –Me miró con cara de bobo. –Pixie es superficial.
-¿Y Frankie no?
-Un poco también, pero no sé, tiene algo. –Rió el solo.
Llegamos a mi casa. El camino se había hecho corto, y había dejado de diluviar un poco. Me despedí de Dougie mientras entraba a casa. Subí hasta arriba y entré al baño. Me esperaba una buena ducha después de aquella pelea de barro.
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