-¿Y cómo vamos a saber en que cine están? –Preguntó Melanie viendo como Dougie encendía el motor. Parecía estar un poco nervioso.
-Danny siempre va a mismo cine. Le conozco demasiados años.
-Dougie, ¿Estás nervioso?
-Un poco. –Dijo él mirándola. -¿Qué pasaría si Danny y Cady tienen una aventura? –Se zarandeó la cabeza.
-No creo que Danny sea así.
-¡Quién sabe! Míranos a nosotros. –Melanie suspiró. –Además, también tenemos que hablar con ella, ¿no? No perdemos nada por intentarlo.
…
-Fila 3 butaca 19. –Susurró Danny mientras me conducía a nuestros asientos. La sala estaba un poco vacía; solamente se veían padres con sus hijos.
Me senté en la butaca 20, al lado de Danny. Stuart Little me gustaba, tal vez no era una película que me encantase, pero dentro de mi aún estaba aquel espíritu de niña buena. Miré a Danny, quien ya había comenzado a vaciar su paquete de Popcorn. Era increíble Danny; aún conservaba su carácter de niño travieso, y tenía que admitir, que su carácter y forma de ser me atraía.
El pecoso se percató de mi mirada y paró de comer. Me sonrió con una sonrisa de oreja a oreja, mientras se le veían los trozos de maíz entre los dientes. Las luces se apagaron al momento y la habitación se quedó oscura al momento. Segundos después, la gran pantalla que teníamos delante se alumbró, he hizo que tuviera que taparme. La publicidad de las películas al principio comenzó.
-¿De verdad que te gustará esta película? –Me preguntó Danny dudando. Su cara tenía un reflejo brillante de la pantalla que hacía que sus grandes ojos azules destallaran aún más.
-De verdad. –Admití sin apartar mis ojos de los suyos. –Siempre me han gustado estas películas… infantiles. –Carcajeé.
-¡Oye! –Subió el tono de voz como queja, y un hombre detrás nuestra rechistó. –No es ningún película infantil. Si lo fuera, yo mismo sería infantil.
-¿Y no lo eres? –Le cuestioné con gracia. El rió, haciendo que yo también lo hiciera con su contagiosa sonrisa.
-Que graciosa. –Dijo con ironía fingiendo con gracia una falsa risa. Yo no pude evitar sonreír. –Me encanta cuando sonríes. –Dijo de una forma seductora.
Me quedé algo inmóvil. Unas ciertas mariposas resurgieron de mi estómago haciendo que me sonrojara, ya que noté como la temperatura de mi cuerpo aumentaba. Sonreí tímidamente, haciendo que mis mofletes me taparan un poco los ojos. Danny volvió a reír tranquilamente, sin apartar la vista de mi. Aquello se estaba haciendo demasiado incómodo para mi, y, aunque no quería que aquella mirada ni aquel momento desaparecieran, aparte los ojos de él y los fijé de nuevo en la pantalla. Aún notaba como seguía mirándome, pero pasados unos segundos abandonó su posición. Di un interno suspiro y dejé caer todo mi peso sobre la butaca, haciendo desaparecer toda la rigidez que se había apoderado de mi.
…
Cuando la película terminó, Danny y yo salimos juntos de la sala, comentando las escenas que nos había parecido más graciosas. En sí, la proyección no había estado tan mal; había sido divertida, y ambos nos lo habíamos pasado bien. Cuando salimos, nos quedamos quietos, sin saber donde ir. Era mediodía, hora de comer. Le observé; estaba mirando a la gente salir y ver donde se dirigían. Imité su acción. Las familias, que habían sido mayoritarias en la sala, se dirigían a algún kebab o Burguer King para comer. Otras personas, como parejas o amigos, se marchaban a la bolera o a las tiendas de alrededor.
Danny me miró cuando se cansó de observar a la gente. Enseguida noté su mirada, de modo que se la devolví. Tenía una sonrisa embozada, no muy llamativa pero la notaba. No pude evitar sonreírle. Me guiñó un ojo, lo que hizo que mi temperatura volviera a subir y mi cara adoptara un color rojizo. Danny rió por mi actitud.
-¿Te puedo invitar a comer? –Me preguntó de forma cortés. Yo no pude alargar mi sonrisa.
-Supongo que sí. –Le contesté, mordiéndome el labio para aguantar el cosquilleo que se me había formado en el estómago.
-¿Qué te parece comer un Mcdonald’s? –Cuestionó comenzando a caminar.
-Me parece bien.
Bajamos las escaleras de la gran sala al aire libre para dirigirnos hacía los bares. Hasta ahora, estaba siendo un día perfecto, y dudaba de que al lado de Danny se pudiera estropear. Pero antes de que llegáramos a las puertas del Mcdonald’s, una voz familiar y aguda me llamó por detrás.
-¡CAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAADY! –Oí.
Me giré junto a Danny, y pude observar como a la otra punta de la grande sala, la mano de la que parecía Melanie me saludaba. No estaba sola. Pude diferenciar tu cabellera y forma de andar; las había visto demasiadas veces. Era Dougie. Me extrañé al verles, y miré a Danny de reojo. Este también lo hizo, con la misma cara de confusión que la mía. ¿Qué hacían allí?
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