-¡TÚ! –Grité cuando llegué a nuestro terreno y vi a Danny, hablando con Tom. Este me miró asustado. –Sí, me refiero al pecoso ese que esta hablando con el rubio dueño del maravilloso hoyuelo. –Danny puso cara de horror, echándose hacía atrás. -¡QUE LE HAS DICHO A MELANIE!
-Cady, cálmate. –Me pidió Doug detrás mía. –Habla más bajo.
-¿Qué hable más bajo? Tú has visto como estaba hecha polvo Melanie, estaba destrozada. ¿Y sabes por qué estaba así? Pues porque Danny le habrá soltado algo tan fuerte que le habrá roto el corazón.
-¡Yo no le he dicho nada malo! –Se alarmó el, defendiéndose. –Solo he intentado explicarle que lo que… bueno, pasó anoche, -Miró de reojo a Izzy y Alice. –fue un error.
-¿Qué que pasó? –Preguntó la cotilla de Izzy.
-¿Y de que forma se lo has dicho para que se ponga así?
-Prácticamente no he hablado, se montado ella su drama.
Le miré con una ceja levantada. Melanie solía exagerar las cosas, pero Danny no parecía ni siquiera molestarse en estar preocupado por su amiga. Le bufé y me giré de nuevo, caminando hacía Izzy y Alice. Nada más llegué, me petaron a las preguntas de que había pasado. Opté por contarles toda la historia.
…
Aquella era la última noche que pasaríamos en el camping, de modo que fuimos hasta la playa más cercana. Bueno, lo de cercana no digamos que estaba cerca, porque era todo lo contrario. Cuatro horas de viaje, dos coches, con Harry y Tom al volante. Llegamos alrededor de las nueve de la noche. Hacía una brisa bastante fresca.
Nada más llegar, Doug, Melanie y Harry corrieron directamente al agua, mientras los otros nos sentábamos en la arena. Mel y Danny no se habían dirigido la palabra en todo el día, ni siquiera se molestaban en mirarse de reojo.
-¿Se van a bañar? –Preguntó Tom, mirando el agua, deseando tirarse.
-Claro que sí, Tom. –Dijo Danny levantándose y quitándose la camisa. Menudos pectorales… -¿Os apuntáis?
…
Poco a poco el grupo que estaba sentado sobre la arena se fue vaciando, hasta que Alice optó por mojarse junto a Tom, después de que este insistiera mil y una veces. Suspiré aburrida, tranquila y sin nada que hacer. Me acosté sobre la blanda arena, y observé el cielo estrellado. No sabía que me pasaba aquella noche, estaba algo confundida, pero tampoco sabía de que.
-¿No te vienes? –Dijo una voz arriba mía. Levanté la vista y pude ver a un sonriente Doug.
-No, creo que esta noche no.
-¿Está noche no? –Rió, y sin poder evitarlo, sonreí al oírle. Se sentó a mi lado. –Cady, no hay otra noche. No vendremos muy a menudo a la playa, así que aprovecha.
-Ahora no me apetece Dougie, estoy pensando.
-¿En qué?
-Ni idea.
Un tranquilo silencio se formó. Para mi no era molesto, en absoluto, pero sabía que para el rubio si que lo era. No había nada más que observar su cara inexpresiva. Se levantó, creyendo yo que se iba, pero no. Me cogió rápidamente de los brazos y me estiró hacía el, haciendo que me levantara y apegara mi cuerpo con el suyo. Mi corazón empezó a latir desesperadamente. Me quitaba varios centímetros, pero podía oír su respiración sobre mi frente.
-No me bañaré si no es contigo.
-Pues me parece que esta noche te quedarás sin mojarte. –Dije yo riendo, separándome de el. Era un tonta.
-No será cierto…
Sin previo aviso, y sin tiempo a que yo pudiera reaccionar, me cogió por la cintura, haciendo que separara mis pies de la arena. Me llevó corriendo hacía el agua, mientras yo le rogaba que me soltara, golpeando su espalda. Aquella situación tenía su lado divertido.
Me empujó bruscamente hacía el agua, haciendo que yo, sin poderlo evitar, cayera de trasero en toda la arena mojada, mientras el agua me cubría hasta el pecho.
-Ya te has bañado. –Dijo el carcajeando, y tirándose en compañía mía.
-¡Eres un bruto, animal y cochino, Doug! –Dije sin pensar y levantándome.
Caminé de nuevo hasta la arena seca, algo mosqueada. No se había molestado siquiera en que me pudiera quitar la ropa, no, me había tirado con ella. Noté como corría hacía mí y me paraba agarrándome de la mano.
-Tan solo intentaba que te divirtieras. –Dijo con voz de niño bueno.
-Está noche estoy rara Doug, no se porque, pero me siento…
-¿Sola? –Acabó el. Fruncí el ceño, y aunque conforme me lo había definido tenía razón, me ofendió un poco. Agaché mi cabeza, sintiéndome peor. –Lo siento.
Me cogió suavemente por la cintura, y empezó a rodar conmigo como absurdos niños. Sin poderlo evitar, me eché a reír mientras me mareaba cada segundo más. Finalmente, ambos tropezamos con nuestros pies, haciendo que cayéramos al suelo, yo primero y el encima mía. Por suerte, paró la caída evitando que desplomara todo su cuerpo contra el mío. Estaba más cerca de lo que pensaba, y su pecho estaba apegado a mí cuerpo. La verdad era que era un tipo bastante hermoso.
-¿Lo que haga esta noche, no me odiarás por haberlo hecho? –Me preguntó, casi con un susurró a mi oído. Mi piel se erizó y mi corazón volvió a ir a mil por hora.
No respondí, solamente me quedé observándole a los celestes ojos que tenía. A pesar de la tibia oscuridad, seguían brillando igual que lo hacían por el día.
Su mirada cambió. Bajó la vista hasta mis labios, y yo, sabiendo lo que iba a pasar, me quedé allí, incapaz de moverme. El me miró, y yo, mientras le suplicaba con la mirada que lo hiciera, acortó las distancias que nos separaban y me besó.
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